Nunca me gustó esa frase que se atribuye a Jeff Lowe de que "el mejor escalador es el que más se divierte". Nunca me gustó. Porque el "mejor" es el mejor y "el que más se divierte" es el que más se divierte. ¿Me explico? El mejor es uno y el que se divierte otro, son categorías distintas. El Goya al mejor actor no se lo dan al que ha preparado el vestuario.
Sin embargo, como suele ocurrir, escribir ayuda también a reflexionar. Y entonces pasa que pienso que tal vez todo ese tiempo en que nunca me gustó la frase pude estar en un error, o al menos puede que me estuviese perdiendo parte del significado de las famosas palabras.
Lo que no me gustaba de la frase era precisamente esa solución imposible entre dos mundos tan opuestos como son el rendimiento y la diversión. Quiero decir: ambos pueden coexistir, incluso uno ser fruto del otro y viceversa, pero también ambos se ignoran y su existencia (o ausencia) les resulta mutuamente irrelevante. ¿Y será que esto precisamente es lo que ha hecho célebre la cita? Ahora que lo pongo en el papel parece tan obvio...
El rendimiento y la diversión, repito, son cosas distintas, de acuerdo. Es más, no se excluyen pero a menudo son opuestas. Preguntad a cualquier deportista (¡deportista!) cuánto se divierte entrenando y lo normal es que devuelva una mirada perpleja o compasiva acompañada de cualquier expresión medio coherente pero vacía: la pregunta es incomprensible en su premisa. En el imaginario colectivo de muchos escaladores siguen muy presentes los brutales entrenamientos de Patxi Usobiaga, la autoimpuesta tortura/disciplina necesaria para ser Campeón del Mundo no dejaba lugar al tema de la diversión. Es también notorio que cuando el propio Jeff Lowe llevó a cabo la apertura de Metanoia en el Eiger, su mejor actividad, la diversión no tuvo ningún papel sino que lo hizo llevado por un arrebato que algunos calificaron de suicida.
Estoy tratando de decir, tal vez con demasiadas vueltas, que rendir - ser el mejor, hacer más que los otros- implica además entrar en la dimensión objetiva de lo medible cuantitativamente o cualitativamente -saltar más alto, recorrer la distancia en menos tiempo, ejecutar el ejercicio con mejor estilo- mientras que medir la diversión es a día de hoy y hasta donde yo sé imposible. La diversión es una dimensión interna y subjetiva a menos que hagamos un ranking de los mayores secretores de dopamina y adrenalina. Todo llegará, pero sigo creyendo que por ahora no podemos contestar estas importantes preguntas ¿cuánto se divierte el que se divierte?¿Me divierto más o menos, mejor o peor, que el de la vía de al lado?
Volviendo pues a lo que Jeff Lowe no sé si dijo o no pero se le atribuye, puede que en esa contradicción de la que hablamos arriba radique la importancia que ha hecho celebres las palabras y ahora hace que tal vez sí me gusten un poco: en que sean una crítica más o menos abierta a quienes buscan organizar, medir, categorizar y valorar el mundo de la montaña en términos objetivos y medibles. Nos hablan, en definitiva, de lo poco que importa ser el mejor.
Frente a los análisis, los discursos, las discusiones sobre el grado, sobre si alcanzó la cumbre o la antecima, en invierno o era ya primavera, el "me divertí más, soy el mejor" se plantea como un postulado rebelde, una negación y también denuncia del mundo de rendimiento que, además, en la escalada suele adquirir derivas preocupantemente crematísticas -tengo tantas vías de X grado, tengo X grado encadenado-. Impropiedad del lenguaje (digo que tengo, pero no tengo nada) que sin embargo nos revela una latente actitud deshumanizante, si atendemos a Aristoteles.
Con esta segunda lectura, que señala el a veces ridículo esfuerzo, tan humano, de medir, pesar y comparar, sí me identifico. Pero insisto en que hay que evitar la confusión a la que nos lleva la primera y literal lectura si no vamos con cuidado. Creo que "lo mejor" sí existe, al menos por comparación, y tiene su importancia en la montaña. Y creo también que la diversión no puede servir para poner en valor hacia el exterior (esto es importante) algo que no lo tiene.
Un ejemplo rápido: por mucho que te diviertas tallando y sikando, es mejor una vía natural, y tu diversión no justifica ni pone en valor tu acción.
Me volvió a la cabeza esto de que "el mejor escalador es el que más se divierte" y de si era o no cierto a raíz de un comentario que recordé de Slavoj Zizek (el filósofo mainstream) que decía que cuando tenemos algo importante entre manos, que significa algo para nosotros de verdad, entonces nos dedicamos a ello por completo e intensamente y en esos casos -si sabéis de lo que hablo- la diversión se convierte en la última preocupación, deja de importar incluso ser o no felices. Sólo importa ESO que es importante y que tenemos entre manos.
Así pues, por traer esto a a escalada (o a mi experiencia en la escalada), que es para el caso ESO que me importa, diría que no importa mucho ser el mejor -o hacerlo mejor que otro-. Y al mismo tiempo, la diversión carece también de importancia.
Entonces ¿qué importa?, Creo que sigo sin saberlo. Pero sigo dándole vueltas a algo que leí en " Las ciudades invisibles" de Italo Calvino. Por más que lo he intentado no he vuelto a encontrar el párrafo exacto, he buscado a saltos en sus páginas, idas y vueltas febriles entre las decenas de nombres de ciudades... Venía a decir que el deseo muere en el mismo instante que tardamos en satisfacerlo.
Este pensamiento puede que sea mucho menos banal de lo que parece y por eso en este día oscuro de lluvia y de nubes resuena en mi cabeza una y otra vez, igual que una y otra vez intento, me esfuerzo, por renovar el deseo. Y no es tan fácil.